BLOG – Xavier Oñate

El perverso narcisista, la omnipotencia y sus fijaciones.


En la pareja, en la familia, en el trabajo… tener discusiones, piques, diferencia de criterios… es la mar de normal! Forma parte de una relación que está viva, en movimiento. Indica que dos individuos tienen sentimientos o necesidades distintas y surge la oportunidad para que, cediendo ambas partes un poco, se reconozcan mutuamente y acerquen posiciones. Creo que era Bert Hellinger que decía que para que una relación funcione, los dos individuos renuncian un poco a su beneficio individual, y esa disminución al propio beneficio supone un aumento beneficioso para la relación. Cuidando la relación acaban beneficiándose los dos individuos. Vamos, que en lenguaje empresarial es el famoso Win-Win.

Pero la persona que para sobrevivir psíquicamente utiliza mecanismos perversos narcisistas, no puede soportar la idea de ceder. Podrá vender la moto que siguiendo su camino todos ganan, “todos win-win”, pero si se rasca un poco se acaban descubriendo sus ganas de ganar más que el resto.

Para el perverso narcisista ceder es perder; y perder supone una mancha en su historial egoico de perfección megalomaníaca. Ceder, en vez de verlo como una oportunidad de crecimiento conjunto, lo vive como una vergüenza individual. Además de una vergüenza, lo vive como una amenaza a su existencia. Y es por eso que no puede ver nada más allá de su propio ombligo.

El no ceder (que sería equivalente a su obsesión por tener siempre la razón y salirse siempre con la suya) tiene qué ver con la insaciabilidad narcisista. Son pozos sin fondo, sobretodo cuando están en una de esas crisis internas que sufren cuando alguna de sus expectativas amenaza de no cumplirse.

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