En julio de 2022 la Junta de Gobierno del Colegio oficial de psicología de Catalunya, emitió un comunicado en el que se posicionaba en contra del uso del concepto “Síndrome de alienación parental” y apelaba a la conveniencia de referirse, en su lugar, a “Interferencias Parentales”. Bien, en este vídeo podéis escuchar la descripción y reflexión sobre estos conceptos, un par de ejemplos prácticos sobre el tema y algunas sugerencias y recomendaciones para afrontar este tipo de situaciones. Aquí lo tienes!
Brevemente, para l@s que no sepáis qué es esto del Síndrome de Alienación Parental, el psiquiatra infantil Richard Gardner, su creador, lo definió como “un trastorno que se origina primordialmente en el contexto de disputas de la custodia de menores en las causas de divorcio. Su manifestación primordial es la campaña de denigración del niño en contra de un progenitor, una campaña que no tiene justificación. Resulta de la combinación de una programación (lavado de cerebro) del progenitor alienante y contribuciones propias del niño en la vilificación del progenitor denigrado”. Resumiendo: un progenitor manipula al hijo y consigue ponerlo en contra del otro progenitor, haciendo que el menor lo denigre y lo rechace, y según él, esto es un síndrome que incluye una lista de criterios diagnósticos.
Este concepto lo empezó a difundir a mediados de los años 80 y se fue extendiendo por los cinco continentes durante la última década del S.XX y la primera del S.XXI. Fue muy polémico desde el principio, ya que en su definición original, Gardner afirma que 1) quien manipula es generalmente la mujer, 2) define el Síndrome como un conflicto que tiene como razón de ser obtener la custodia del hijo, 3) incluye la denuncia por violencia (de genero, abuso sexual…) como síntoma propio del síndrome, es decir, “como hay una denuncia de maltrato, es que hay síndrome”, y 4) propone como tratamiento terapéutico para dicho síndrome utilizar la amenaza y coacción legal hacia el menor y el progenitor supuestamente alienante; por ejemplo, que si la madre no convencía al hijo a que se encontrara con su padre con buena predisposición, la madre debería recibir una sanción en forma de multa, retirada de custodia o pena de cárcel y que el hijo debía ser obligado a estar con el padre. Con el paso de lo años Gardner y sus defensores fueron suavizando el discurso y matizando las medidas, pero el daño ya estaba hecho.
El choque entre defensores y detractores de este “síndrome de alienación” ha sido mayúsculo y con razón: está en juego la seguridad y protección de menores inocentes que son utilizados como arma de guerra, cuando no rehenes psicológicos, en disputas judiciales de las que deberían mantenerse al margen.
No es objeto de este vídeo profundizar en el debate de si el supuesto Síndrome de Alienación Parental existe o no, pero sí voy a hacer unas reflexiones al respecto.
Es evidente que la manipulación y la alienación puedan darse en las interacciones tóxicas entre personas, pero también es evidente que no podemos aceptar a la ligera que exista un trastorno, un síndrome. Hasta donde hoy conozco, nunca se ha atribuido ningún tipo de trastorno o síndrome a las personas que han sido captadas por una Secta, aunque se reconoce que las víctimas de sectas coercitivas pueden fácilmente acabar alienadas. Tampoco se ha hecho a las víctimas de maltrato psicológico en el ámbito de la pareja, atribuyéndoles por ejemplo un trastorno del estilo “síndrome de alienación conyugal”, a pesar de que muchas víctimas de abuso psicológico han acabado rechazando y aislándose de amistades y familia a causa de la manipulación de la pareja abusiva.
Por estos y otros motivos de rigor científico, es lógico que ninguna asociación profesional ni científica de la salud mental haya reconocido este constructo. Si queréis profundizar en el tema, en el primer comentario del vídeo os sugiero un poco de bibliografía para que podáis hacerlo.
Bien, en la introducción del vídeo os comentaba que en el comunicado, la junta de gobierno del Colegio Oficial de Psicología propone utilizar el concepto “Interferencias Parentales” como alternativa al concepto de “Síndrome de alienación parental”. Bien, las Interferencias parentales las define —y os lo leo textualmente— «a la presencia de verbalizaciones, conductas, manipulaciones y/u otras estrategias dirigidas a obtener el posicionamiento y apoyo filial incondicional, a la vez que la animadversión hacia el otro progenitor y, en muchos casos, incluso de la familia extensa o su red social.»
Parece coherente dejar de utilizar el más que impreciso y acientífico término de síndrome de alienación parental. Pero pasar a referirse a todas las dinámicas de manipulación hacia el menor como “interferencias parentales” considero que también ha de ser cuestionado.
En mi opinión, el término “interferencias parentales” no es más que un eufemismo para referirse a lo que es puro abuso psicológico. Parece que aún hay temor a utilizar conceptos claros e inequívocos por ser demasiado duros o incómodos. Manipular a otra persona, sea menor, adulta o de edad avanzada, para sacar provecho en contra de una tercera (eso es triangularla), y también engañarla, coaccionarla, confundirla o intimidarla… a todo esto no lo podemos llamar interferencias, lo hemos de llamar por lo que es, abuso psicológico.
Recordemos que el objetivo que persigue cualquier persona abusadora se puede resumir en uno: el logro de poder, un poder que se presenta fundamentalmente como dominio sobre la vida de la víctima.
En el caso que nos concierne en este vídeo, esa persona abusadora logra el dominio sobre la vida de su ex-pareja controlando la vida del hijo o los hijos que tienen en común. No es interferencia, es perversidad.
De hecho, el comunicado sigue diciendo » Estas interferencias parentales, junto con otros conceptos, como el conflicto de lealtades, la coalición o la triangulación, son constructos psicológicos complejos para definir procesos que se producen —atención— ante relaciones familiares disfuncionales que se deben abordar desde la psicoterapia familiar especializada».
Aquí es importante matizar los siguiente: En numerosos casos es probable que el problema no esté en las relaciones familiares disfuncionales, sinó en un individuo que, por sus características, genera esa disfuncionalidad.
En los casos que el conflicto familiar y esas interferencias parentales o dinámicas abusivas, sean consecuencia de la inmadurez e ignorancia de uno o ambos progenitores, de su falta de habilidades de regulación emocional o de unas creencias intergeneracionales adquiridas (por ejemplo considerar el maltrato como algo normal en la educación, del estilo “la letra con sangre entra”) la psicoterapia familiar junto con psicoterapia individual será de gran utilidad; lo será siempre y cuando haya, por parte de ese progenitor “que interfiere”, consciencia y aceptación sin excusas ni justificaciones del daño que se hace al menor y al otro progenitor junto con una clara voluntad de mejorar la relación.
Pero si eso que llaman “interferencias parentales” son provocadas por una persona maligna, sea narcisista, maquiavélica, psicopática o sádica, esa psicoterapia familiar focalizada en las “relaciones familiares disfuncionales” no sólo será un fracaso, sino un gran error. Esa terapia sería yatrogénica, es decir, en vez de ayudar estaría perjudicando aún más a las víctimas.
El comunicado de la Junta de Gobierno indica, muy acertadamente, que la tarea del psicólogo o psicóloga forense (son los especialistas en realizar los peritajes en el ámbito judicial), será «evaluar y analizar todas las posibles explicaciones que contribuyan a esas dinámicas paternofiliales disfuncionales, incluyendo los intereses secundarios derivados de divorcios conflictivos y las situaciones de maltrato y negligencia.» Bien, no puedo estar más de acuerdo con este punto. En la medida que los forenses conozcan los perfiles de personalidad abusivos y las dinámicas que se dan en el abuso psicológico o narcisista, se podrán proteger a las víctimas, tanto las adultas y de edad avanzada, como las menores de edad. Desafortunadamente no siempre es posible. Sabiendo lo camaleónicos que pueden llegar a ser los narcisistas malignos o psicópatas integrados, a veces pueden salirse con la suya.
Bueno! Sigamos!
Comentaba que esa disfuncionalidad de una pareja pueda no ser consecuencia de la relación ni de la mala comunicación ni de los asuntos no hablados o no resueltos, sino que la esté provocando un individuo, sea mujer u hombre, que se nutre y disfruta del conflicto y el caos, que goza poseyendo el poder y dominio sobre otra persona, que quiere vengarse por su orgullo herido o que quiere ganar a toda costa haciendo trampas y utilizando a terceras personas para hacer perder y ver al otro hundido y que además, todo esto lo hace de forma encubierta, velada, sutil, presentándose ante las autoridades judiciales, los mediadores o los psicoterapeutas como la víctima de una situación que —utilizando su característico sarcasmo— nunca habrían querido.
Es más, son individuos que pueden presentarse como los garantes del bienestar del menor, manifestando querer lo mejor para él o ella. Acusan falsamente al otro progenitor de ser el causante del malestar, del conflicto o del rechazo por parte del hijo o hija. Sólo los psicoterapeutas que conozcan las dinámicas de abuso psicológico podrán detectarlo y ayudar a la víctima ya que el progenitor víctima suele estar psicológicamente desbordado, paralizado por la indefensión aprendida o incluso relativizará algunos hechos resultado de su disonancia cognitiva. También suele tener serias dificultades para regularse emocionalmente, cosa el progenitor abusivo aprovecha para acusar al otro progenitor de que está mal de los nervios o que es histérica en el caso de una mujer, o en el caso de un hombre de que es agresivo y violento),
Pero lo que nos ocurría como colectivo profesional, es que todavía hacía falta mucha difusión y conocimiento de esta lacra, por lo que se podían escapar aún muchos casos. Afortunadamente esto va cambiando con programas de formación especializada en violencia psicológica, por un lado, y la difusión en internet que facilita mucho las cosas a las víctimas, por otro.
Poner a un hijo en contra del otro progenitor es una violencia que se ejerce no sólo contra el progenitor, sino también contra el propio hijo, ya que encubiertamente impide al hijo a cubrir su necesidad básica de amar y ser amado por sus dos progenitores.
Aunque no es fácil que ocurra, porque los niños también se dan cuenta de las cosas, pueden darse las circunstancias idóneas que favorezcan, desgraciadamente, esta situación.
Hemos de tener muy presente que factores como el tiempo de contacto con el abusador, el grado de dependencia, la intensidad y gravedad del abuso psicológico, las características de personalidad de la víctima y la presencia o ausencia de otras personas que puedan protegerla, influyen claramente en la dimensión de la afectación de dicho abuso.
Manipular a un hijo y utilizarlo de arma contra el otro progenitor no suele producirse de un día para otro. Suele ser fruto de un trabajo perserverante e insidioso, con el que el individuo psicopático lenta y sistemáticamente pretende salirse con la suya. Las estrategias que utiliza un progenitor psicológicamente abusivo con su hijo/a son muy parecidas a las que ya conocéis por el abuso narcisista. Nombro algunas de esas estrategias que podrán darse o no en función de diversas variables, entre ellas la edad del hijo, la idiosincrasia del progenitor abusivo o el margen que dé el convenio para interpretarlo torticeramente.
Activar interesadamente sentimientos positivos hacia si mismo y sentimientos negativos hacia el otro progenitor.
Utilizar con mayor o menor sutileza mensajes intimidatorios o de amenaza, incluyendo el abandono o la catástrofe (económica, emocional…) si no sigue el camino que marca.
Inducir a la confesión de actos o pensamientos que no se ajustan a lo que el abusador espera, junto con el otorgamiento estratégico del perdón para reforzar la dependencia.
Aislamiento del otro progenitor y su familia mientras tiene el menor en custodia, por ejemplo dificultando las comunicaciones telefónicas (ahora no se puede poner porque está jugando con la videoconsola).
Controlar y manipular la información, incluyendo la manipulación del lenguaje y la mentira para dominar no sólo al menor, sino también la vida del otro progenitor.
Debilitar el estado físico o psicológico del menor, cuya responsabilidad, evidentemente, atribuirá al otro progenitor.
Negligencia o privación emocional y afectiva en cuanto se refiera al vínculo con su otro progenitor o amistades y familiares que no sean del agrado del progenitor abusador.
Manipulación mental fomentando un sistema de creencias maniqueo y absoluto (éste es bueno y ésta es mala, sin matices).
Denigrar el pensamiento crítico del menor, influyendo en la idealización de sí mismo y en la devaluación del otro progenitor.
Control y manipulación a través de la economía. Por ejemplo: El perverso narcisista que da dinero a sus hijos mayores de edad para la entrada de un piso o que le abre el negocio al hijo, aportándole el capital, y con el paso del tiempo le va exigiendo lealtad ciega y un posicionamiento a favor de él y en contra del otro progenitor. El típico chantaje de “yo te ayudé”.
Si el progenitor abusivo no encuentra límites y se sale con la suya puede imponerse como autoridad absoluta, al más puro estilo líder de secta mesiánico.
Querría incidir en el punto de la idealización del progenitor abusivo por parte del hijo. Recordemos que el “amor” que da un narcisista maligno es intermitente. Funciona bien bien como una máquina traga-perras, generando una adicción y dependencia que atrapa a la víctima. Si lo hacen con las parejas también pueden hacerlo con los hijos. Con un individuo de personalidad narcisista o psicopática como progenitor, la amenaza de abandono siempre está ahí, por lo que ese hijo puede fácilmente caer en la trampa y posicionarse al lado del maltratador con tal de no perderlo. Es cuando, si hace falta, se distanciará o rechazará al progenitor del que sí tiene asegurada la estima por una cuestión de supervivencia: asegurarse que de quien lo refuerza intermitentemente no lo acabe abandonando definitivamente. A veces esa supervivencia es aún más primaria. Si tiene que escoger entre el progenitor fuerte (el que maltrata) y el débil (el maltratado), lo hará con el fuerte para no sufrir lo que sufre el débil a modo de “sálvese quien pueda”. Aquí el miedo del menor tiene un papel muy importante y es por donde se le puede manipular.
Volvamos a pensar en la víctima. Si con con lo explicado no es ya suficiente, la víctima tiene que, además, sufrir la incomprensión e incredulidad de los familiares y amistades en común. Hay momentos en lo que para la víctima el sentimiento de soledad es terrible. Una de las cosas más desagradables es que muchos de estos personajes, depredadores y saboteadores del bienestar de sus víctimas, tienen la desfachatez de dar consejos conciliadores a terceras personas, promoviendo la paz y la concordia, predicando lo que no hacen, con un discurso que les permite aparentar una imagen bondadosa ante familiares, amigos y conocidos. Estos familiares y amigos, que habitualmente quieren mantenerse equidistantes y no posicionarse, lo tienen mucho más difícil para creer que ese corderito inocente es en realidad un depredador sin escrúpulos. Sin darse cuenta su equidistancia los hace cómplices indirectos del abuso psicológico, dejando impune al perverso, para más impotencia y desesperación de la víctima que puede acabar sintiéndose muy sola.
Vamos a daros algunos ejemplos para ayudar a comprender desde la práctica:
El caso de una expareja, con custodia compartida, en la que el progenitor perverso (en este caso el padre) compra unas entradas para ir a ver el sábado por la noche el equipo de baloncesto favorito de su hijo. Hasta aquí, nada destacable. La particularidad es que ese partido de baloncesto se hace, “casualmente” el fin de semana que al niño le corresponde estar con su madre. La madre tenía previsto pasar una noche tranquila con el hijo, mirando una película juntos. El padre ha comprado las entradas sin consultar previamente a la madre y, directamente le dice al hijo que tiene dos entradas para ese fantástico partido.
La situación generada por el padre es incómoda y violenta. Fijaros: Es el hijo el que tiene que pedir a la madre que lo deje ir con su padre al partido, aunque no sea su fin de semana. El padre mantiene limpias sus manos. Si la madre no cede será “la mala” a ojos de su hijo para regocijo y satisfacción del padre y también será incomprendida por terceras personas (¿qué le cuesta dejar al hijo disfrutar de un partido con su padre, aunque no sea el fin de semana que le toca? Qué rígida que es! Pues quizás sí que la madre es una broncas! Ahora el pobre padre perderá el dinero de las entradas! y el pobre niño no podrá ver el partido.)
Si la madre cede y acepta, aparentemente habrá tomado la decisión correcta a ojos de su hijo y de los demás. Pero… ¿dónde está el respeto hacia ella? El padre la ha ninguneado vilmente, y esto es una forma de violencia psicológica! Otra cosa, lo que hace el padre es cronofagia, es decir, se come el tiempo que pertenecía a la madre para fomentar la vinculación con su hijo! Y no sólo eso! ¿y si resulta que la madre no puede llevar al hijo a actividades de este tipo porque está sufriendo abuso económico por parte de su ex? ¿Cuantos progenitores hay que no pasan la pensión con la excusa de declararse insolventes, o que han arruinado a su -ex, o que la aplastan económicamente con continuas demandas judiciales? Más de los que nos pensamos.
Eso no es todo. ¿Y si resulta que después de haber cedido, cuando otro fin de semana la madre le pide el favor de vuelta al padre, éste no se lo da, acusándola de desconsiderada y de infringir reiteradamente el convenio acordado?
Es decir, haga lo que haga la madre, el perverso se habrá salido con la suya: si cede, el padre acrecentará de cara al hijo su idealización. Si no cede, la madre corre el peligro de ser la mala de la película.
Otro ejemplo: En una custodia compartida a semanas alternas de lunes a domingo, el progenitor que está con su hija sabe que ésta lleva con síntomas de resfriado, fiebre, tos y mocos desde el viernes por la tarde. Es sábado por la mañana, y en vez de llevarla a urgencias para que se la mire un pediatra, lo que hace es aguantar a la niña con analgésicos hasta el domingo por la tarde para decirle al otro progenitor que le entregará la niña en la puerta de urgencias del hospital pediátrico porque a la niña no le ha bajado la fiebre y se la tiene que mirar un médico. Oh, que progenitor más considerado, lleva la niña a urgencias! Pero es el otro progenitor el que se tragará las 5 horas en la sala de espera de urgencias para que su hija sea atendida. Si ese progenitor protesta, el progenitor narcisista no sólo mentirá y se quitará de encima la responsabilidad sino que acusará al progenitor maltratado de malicioso, malpensado y de no amar a su hija por protestar. Ahora bien, en otras ocasiones, cuando esa niña llega resfriada a casa del progenitor narcisista éste lo acusará de no cuidar adecuadamente a su hija, de no abrigarla de ser negligente, de que siempre la trae resfriada, etc. Para un padre o una madre que ama a sus hijos pero la seguridad en sí mismo ha quedado mermada, no hay peor situación que ser acusado (de forma insinuada o explícita) de ser mal padre o mala madre. El nivel de estrés que esto genera puede llegar a bloquear emocional y cognitivamente a la víctima.
Y ya que hablo de enfermedades… cuantas veces un hijo o hija de un abusador acaba generando una enfermedad? Muchas! Se les puede considerar niños síntoma, o que somatizan el malestar que sufren, pero hace unos meses una amiga me decía, creo que muy acertadamente, que los psicópatas integrados y perversos narcisistas son generadores de psicopatología: Ansiedad, anorexia, conductas autodestructivas, depresión o intentos de suicidio. Lo peor del caso es que abusadores acusan a la víctima o, atención con la sutileza, a la mala relación que tienen con él, de ser la causa de la enfermedad del menor.
Otros ejemplos de situaciones habituales con las que se suele perjudicar al otro progenitor manipulando a los hijos son:
Consentirles todos caprichos sin límite alguno. Claro, el otro que les pone límites pasa a ser el malo!
Reconstruir el pasado de forma tendenciosa, enalteciéndose el manipulador a sí mismo y devaluando al otro progenitor.
Dar información personal del otro progenitor al hijo para posicionarlo en su contra, o directamente difamar contra él.
Imponerse como autoridad única y absoluta a modo de mesías imprescindible, intimidando al menor que si confía en el otro sufrirá calamidades.
O como ya he comentado antes, ayudar a la hija/hijo económicamente, sea para estudios o la entrada de la hipoteca para luego pedirle encubiertamente una compensación en forma de alianza.
Ante todo esto, ¿qué se puede hacer? Antes de nada quiero advertir que las sugerencias que pueden darse aquí son generalistas, es decir, que pueden ser útiles para algunas personas o situaciones y para otras no. Es imposible reflejar toda la idiosincrasia que hay detrás de las personas abusadoras y de las víctimas, sean menores, adultos o de edad avanzada, y me niego a dar soluciones enlatadas y simplistas.
Aún así, pienso que algunos de los ejemplos o sugerencias que voy a hacer pueden aportar luz y recursos para afrontar algunas de estas desagradables situaciones.
Los niños pequeños junto con las personas de edad avanzada, posiblemente son las más vulnerables dado su alto nivel de dependencia de otras personas. El problema está en que los individuos perversos se aprovechan de esa dependencia, aún disimulándolo con un disfraz de ayudadores y protectores. Para desenmascararlos, a menudo basta con fijarse en el beneficio económico que obtienen de la víctima con esa supuesta ayuda y protección. Pero atención, como explicaba M-F Hirigoyen en una entrevista en la prensa hace unos años, no es únicamente el dinero el motivo del abuso porque muchas veces el dinero les sobra; el motivo también puede ser el poder. Es una manipulación afectiva que consiste en decir “yo soy el preferido o la preferida”, hay un registro de prepotencia, de ser el más fuerte, es un juego que les excita mucho, más que el dinero que se pueda sacar.
Muchas madres y padres temen por sus hijos cuando descubren que el otro progenitor encaja en el perfil de perverso narcisista y ven cómo los manipula seduciéndolos o engañándolos. Ante este temor, que está plenamente justificado, suelo explicar que los niños, desde una edad temprana (no los bebés, evidentemente) tienen suficiente criterio y capacidad para discernir quien los ama y quien no, siempre y cuando todavía no se haya producido un abuso psicológico grave. Vamos a ver. Un psicópata, un narcisista, puede aparentar que ama, pero en realidad no sabe hacerlo. Puede comprar, pero no amar, porque no aceptan al hijo/a tal cual es, sino que lo premian si son y hacen como ellos esperan y castigan-rechazan si los defraudan. A los niños se les puede ayudar preguntándoles, por ejemplo “y eso que te ha dicho, cómo te hace sentir?” Aquí la educación emocional entra en juego, y puede ser de gran apoyo para sortear las piedras que estos individuos ponen en el camino. Pero lo que está claro es que si el abusador arrasa con una campaña de denigración contra el otro progenitor, es fácil que el hijo caiga en la trampa y resulte complicado sacarlo, por mucha comunicación empática que realice el progenitor víctima. En estos casos las medidas a tomar tienen que ser legales, sin duda.
Sobre el apego.
Éstos personajes también pueden ser negligentes, es decir que desatienden física o emocionalmente a sus hijos provocándoles un sentimiento de abandono que pueden compensar artificialmente con cosas materiales. Esto del amor es importante porque es una forma de referirnos al vínculo afectivo que se establece con el hijo.
Los seres humanos estamos programados para vincularnos a las figuras de apego. Esas figuras son las que en teoría nos tienen que dar protección y seguridad. Es inverosímil que un narcisista o un psicópata pueda ofrecer de forma continuada y consistente en el tiempo un apego seguro a sus hijos cuando éstos son víctimas directas o indirectas del abuso. Y esto los niños/as lo notan; notan quién les da seguridad afectiva y quién no, quien empatiza con ellos. Aunque esto no sea garantía de éxito, aquí es donde estos personajes suelen tener la batalla perdida: el progenitor sano y que puede amar ofrecerá a sus hijos algo que necesitan mucho más que unas entradas al partido de baloncesto: seguridad, confianza, comunicación asertiva, aceptación incondicional y validación se sea tal cual se es, límites (muy importantes) límites firmes pero amorosos, compasión, empatía, comprensión de sus sentimientos (incluso el enfado y la rabia), la comprensión de sus necesidades, escucha desde el corazón, diálogo constructivo… es decir, que el progenitor sufriente tiene oportunidades y posibilidades para revertir la situación provocada por el abusivo.
Aún así quiero insistir que todo esto sólo será viable si el menor no ha sufrido aún un abuso psicológico grave en el que ya esté alienado. Tengamos en cuenta que el funcionamiento de las sectas y de estos progenitores de personalidad psicopática es muy parecido. Hay psicópatas integrados que organizan la familia como si de una secta se tratara, con las nefastas consecuencias que supone para quien no acate el camino que marcan.
A veces pensamos en la lucha judicial como la única opción para proteger a los menores. En ocasiones es lo más adecuado, pero en otras es una forma de alimentar al monstruo narcisista, que suele tener más capacidad económica y muchos menos escrúpulos. En los casos de divorcio, si el convenio es justo y adecuado y el menor no está en peligro grave y evidente, en ocasiones es más conveniente fomentar un apego seguro con nuestros hijos que entrar en una batalla judicial. Esto lleva a que como padres quizás nos conviene hacer un poco de terapia para reparar, si es el caso, las heridas afectivas que arrastremos del pasado y poder establecer un buen vínculo con nuestros hijos. De hecho es lo que los hijos necesitan, valoran y les nutre.
En las ocasiones que no haya otro remedio que entrar en batalla judicial, conviene estar bien asesorada legalmente (es conveniente tener abogados conocedores del perfil psicopático y su modus operandi) y tener pruebas que justifiquen la petición que se haga al juez.
Bien, y qué ocurre cuando vemos que la hija o el hijo hace como el progenitor abusivo?
A veces vemos que los niños, preadolescentes o adolescentes tienen actitudes y comportamientos que se parecen a las del progenitor narcisista y nos saltan todas las alarmas. Antes de continuar en este punto insisto en que nos tomemos los comentarios que hago como generalistas y que cada caso tiene que atenderse de forma concreta e individual.
Bien, sabemos que los hijos aprenden de los modelos que hay en casa y esto puede ser una amenaza para ellos si se dedican a repetir e imitarlo por una necesidad de pertenencia o de identificación con el abusador… son formas de relacionarse que, si no se les ponen límites a tiempo, pueden derivar en un patrón de funcionamiento basado en el maltrato.
Pero también hay muchos hijos con padres abusadores que no han repetido esos patrones si no todo lo contrario; o bien lo han hecho durante un tiempo y luego, conscientes del daño que sufrieron y que han hecho sufrir, han dejado de repetirlo. Pero lo que está claro es que si no tienen un modelo alternativo las probabilidades de afrontar situaciones de manera sana y empática se reducirán.
Dicho esto, ante esa hija o hijo que se comporta como su progenitor narcisista, conviene que no entremos de buenas a primeras en pánico. Hay que tomar perspectiva y darnos un tiempo de observación. Es importante que sepamos que a menudo no es que los hijos se parezcan al progenitor narcisista, sino que es el narcisista el que se parece un crío o un adolescente inmaduro. Lo explico:
Hasta los 23-25 años el cerebro humano no acaba de madurar, es decir, que no se han establecido todas las conexiones entre las distintas regiones cerebrales. Hemos de tener en cuenta que el córtex prefrontal (área encargada de la reflexión, juicio social, control de impulsos) y sus conexiones con el sistema límbico (encargado de las emociones) no están del todo desarrollados, lo que supone que algunos niños y sobretodo algunos adolescentes tengan dificultades en el autocontrol, la capacidad de ponerse en la piel de los demás, dificultades en la toma de decisiones emocionales… son impulsivos, experimentan sin atender en las consecuencias… además se están convirtiendo en individuos separados de sus progenitores, por lo que el rechazo, las broncas, o el aislamiento respecto a los progenitores son, dentro de unos límites, normales en esta etapa de desarrollo. Necesitan límites y normas, y por mucho que quieran su espacio, conviene que compartan algunos con el resto de familia.
Por eso me gusta explicar que no es que los hijos adolescentes se parezcan a la madre o padre narcisista, sino que es el progenitor narcisista el que se parece al adolescente: egoísta, individualista, con miedo al rechazo, con un ego frágil a medio construir, con cierta tendencia a proyectar, con serias dificultades en mentalizar… Lo que hemos de hacer, pues, es acompañar y orientar al adolescente en su proceso de maduración, con los límites, valores y educación que pueda ir necesitando (predicar con el ejemplo es mucho más conveniente que los sermones.) Ni se os ocurra decirle a un hijo/a “es que te pareces al narcisista de tu padre!” ni cosas por el estilo! Bien, dicho esto, no podemos descartar que ese hijo/a tenga unas características genéticas que lo predisponga a la psicopatía, entonces las medidas a tomar van a tener que ser otras.
Sigo con este punto:
Aunque sea paradójico, y ya lo he comentado antes, a menudo hay víctimas que se vinculan fuertemente a la persona que abusa de ellos, llegándolos a idealizar. Este fenómeno, conocido como “identificación con el agresor” y más recientemente también como “Síndrome de Estocolmo doméstico” tiene varias causas, entre ellas el sobrevivir, aliándose a la parte con más fuerza y poder.
En estas situaciones de idealización conviene evitar las críticas descarnadas al progenitor idealizado (por mucha rabia que nos de), o emitir juicios de valor del estilo “te está manipulando”. Con esto no se consigue más que ponerse a los hijos en contra. Es más conveniente atender con escucha activa, mostrar interés por sus opiniones y ayudarlos a identificar sesgos y razonamientos falaces, apelar a un espíritu crítico, a la reflexión, empatizando con esa idealización pero sugiriendo puntos de vista alternativos… con cariño, aceptación y al mismo tiempo firmeza porque debemos ser intransigentes con todo lo que sea o huela a desprecio, intimidación, culpabilización o tergiversación de la realidad.
De todos modos soy consciente que estas sugerencias no siempre funcionan a corto plazo. Algunos hijos optan por no hablar del progenitor abusador, precisamente para no tener que reflexionar, ni tener espíritu crítico, ni ver otros puntos de vista… en definitiva para no entrar en disonancia cognitiva. Por lo que lo que os he sugerido puede no servir para nada a corto plazo. Tengamos en cuenta que la idealización no es más que un mecanismo para llenar algo que falta y, al mismo tiempo, para no sentir el dolor que genera aceptar que eso idealizado no existe en realidad. Si a un adulto ya le duele, imaginaros lo que significa para un hijo tener que aceptar que su padre o madre no lo ama; o que es una mala persona. Los hay que no pueden tolerar esa realidad de buenas a primeras y necesitan su tiempo.
Si hemos empezado hablando sobre el síndrome de alienación parental, considero interesante acabar haciéndolo brevemente sobre el papel de la justicia y los convenios reguladores de custodia. Pienso que si lo comparamos con lo que sucedía hace 30 o 40 años, ahora hay más consciencia (de los errores se aprende) y se procura cada vez más por el bienestar de los menores. De todos modos el ámbito judicial también necesita actualizarse y conocer este tipo de perfiles. Como la justicia se basa en los hechos, no en las características de personalidad, si no hay hechos considerados delito y que se puedan demostrar, ¿cómo se puede defender judicialmente la víctima? El comprar unas entradas de baloncesto para un sábado que no le corresponde estar con su hijo no es delito, a pesar de que nosotros sepamos que es una pieza más de la maquinaria de acoso moral que ejerce el perverso. A pesar de que lo que pretende la justicia es proteger, muchas víctimas sienten lo contrario, un total desamparo.
Disponer de un convenio regulador adecuado a las circunstancias podrá ser útil para limitar a los progenitores psicológicamente abusivos. Si no se ha podido demostrar maltrato, a menudo lo más conveniente es la custodia compartida, aunque esto lo digo con la boca pequeña, porque hecha la ley, hecha la trampa. Muchos de estos individuos abusivos se dedican a incumplir continuamente los acuerdos que no les convienen y sería mucho mejor que la custodia fuera para el progenitor no abusivo. Por esto, a menudo es buena idea ir recogiendo pacientemente pruebas que vayan demostrando el abuso psicológico al que se está siendo sometido, aunque sea difícil y tedioso. Los abogados y los jueces sólo les interesa lo que se puede demostrar. Recoger pruebas (y cruzar los dedos para que les hagan caso) suele ser también una manera efectiva de proteger al menor y protegerse a sí mismo de un progenitor abusivo.
En los casos en los que todavía se está en el proceso de negociación de dicho convenio, conviene evitar ceder derechos creyendo que con buena voluntad el otro progenitor aflojará la tensión y se evitarán conflictos. El narcisista maligno considerará ese ceder no como un acto de buena voluntad, cediendo también para llegar a una concordia, sino que lo verá como un acto de debilidad, y lo aprovechará para extorsionar aún más. El psicópata piensa en términos de ganar y perder. Y no sólo quiere ganar él, sino que quiere gozar haciendo perder a su víctima, por eso hará todas las trampas que estén a su alcance. Es un depredador, arrasará con tal de conseguir lo que quiere sin importarle los daños que provoque a los demás, no sabe lo que es la compasión, y menos aún con su orgullo herido.
Aquello que hacen algunas personas de buena fe, de “venga, va, para evitar más malestar a nuestros hijos, no quiero peleas, le doy el piso, el coche grande, la segunda residencia, pero que me deje tranquila con los hijos” Eso se convertirá en que la víctima acabe quedándose sin recursos económicos y que su ex-pareja perversa acabe yendo a por lo que más quiere la víctima, sus hijos. Con esto quiero decir que conviene asesorarse bien legalmente, que sea dicho asesor legal quien discuta, negocie y se pelee con el psicópata, que para eso se les paga (tienen que estar preparados, tener estómago, no suelen servir los asesores mediadores y de buena fe que piensan que cediendo todo irá mejor; no, con estos personajes no).
Más que nada porque pretender evitar un conflicto a corto plazo para no afectar a los hijos suele ser, con un perverso de por medio, abrir las puertas un conflicto peor a largo plazo. En los procesos de negociación del convenio también se debe ir con mucho cuidado con las estrategias de seducción por parte del perverso, lo que llamamos hoovering, que cuando se ven un poco acorralados/as y anticipan que pueden perder el dominio, hacen propuestas de “quedar los dos para hablar”, “quedar juntos con los hijos para que vean que tenemos buena relación”, “recordar los buenos tiempos y que podría haber alguna posibilidad de volver, por el bien de los hijos… me he dado cuenta de que te quiero…” Son sólo estrategias para ganar tiempo, desestabilizar y hacer bajar las barreras de defensa de la víctima.
Para finalizar, otro recurso al que se puede acceder en el caso que constatemos que el menor está siendo manipulado de forma grave, es recurrir al psicólogo forense. Dentro del ámbito de la psicología hay varias especialidades, y una de ellas es la de la psicología jurídica y forense. Son los que realizarán las evaluaciones y peritajes psicológicos que permitirán determinar qué ocurre con el menor. Los psicoterapeutas, por ejemplo, no hacemos este tipo de informes periciales.
Aún así, se debe ser prudente porque en los procesos judiciales son los jueces los que solicitan, a petición de la parte interesada, dichos peritajes, evitando así que el perito sea de parte y se considere que su informe pueda ser tendencioso a favor de quien lo paga. De todos modos la presunción de profesionalidad y buena práctica está por delante, y quien necesite un informe de este tipo puede recurrir al colegio oficial de psicología de su comunidad o de su país para encontrar un psicólogo especialista en psicología jurídica y forense.
3 respuestas a “A propósito del Síndrome de Alienación Parental.”
Thanks for the article!
bufff..
No me puedo sentir más identificado.
Hace 3 años que no veo ni hablo con mi hija.
Su madre ha cumplido su amenaza de que no iba a venir a verme más..
Es una sensación horrible…
Incluso llegas a sentir el Síndrome de Estocolmo, intentando justificar su actitud.
Por otra parte, la niña ha ido a un Punto de Encuentro Familiar, donde la indiferencia e incapacidad para resolver la situación es absolutamente demoledora.
Una situación absolutamente compleja y muy destructiva para el niño y el progenitor alienado (da igual que sea padre o madre, somos personas)
Hay que ser fuerte y pensar que algún dia se arreglará. Ahora bien, la manipulación por parte del progenitor alienador no creo que cese nunca, si no es obligada por los juzgados, o cesara cuando el niño o niña crezca y se de cuenta de la barbaridad que ha tenido que vivir.
Espero que las secuelas que padezca mi hija no sean demasiado graves.
Por otra parte, la sociedad ha de ser consciente del problema, cada vez mayor, y de la injusticia tan increíble que se está cometiendo.
Robarías un reloj?
Robarías un coche?
Le robarías a tu hijo su felicidad y su madre o padre?
Por increíble que parezca la ley ampara al criminal. Son casos evidentes de violencia vicaria.
Por supuesto, ni a mi ni a mi ex mujer nos han peritado ningún sicólogo, y a mi hija sólo de forma rápida un Instituto Público especializado.
Terrible
Surrealista
Cruel
INCREÍBLE
hola Xavier, inmensas gracias por este artículo. Lo voy releyendo de vez en cuando. Te quería pedir un favor, si es posible que pusieras la parte del vídeo por escrito otra vez?
Me resulta más fácil encontrar los puntos a releer:-)
en cualquier caso, gracias por este artículo esclarecedor!,un saludo
Clara